
Solo el rose de mis pies fríos, bastaron para que te dieras vuelta, me abrasaras y así pegados tu pecho al mío, en un solo latido, respiración y un suspiro.
Ese suspiro que me invadió con su aire y me hizo temblar hasta lo más profundo de mí ser; fue un sí de dos cuerpos excitados que se buscaron en la oscuridad de la noche, para saciar la pasión y sucumbir a sus más bajos instintos.